Domingo 16,45 horas. Hotel Don Carlos. Varios jugadores deambulan sin rumbo por los alrededores de la sala de juego y acaban inevitablemente en el bar. Dentro de la sala son los nervios los protagonistas. Los organizadores atornillan las piezas a las casillas como si fueran a salir en desbandada por sus propios medios. Hojas, listados y folios que se miran y remiran como si se hubiera colado un m.i. en el torneo de Fide >1800. Jugadores ansiosos por empezar . Es lo que tienen los cerrados. Más nervios que en un filete de los de 3 € el kilo.
En un Open, hay un universo de rostros a los que te enfrentas y cada día te toca uno anónimo que normalmente sólo conoces cuando te sientas enfrente. En un cerrado hay unas cuantas caras que te acompañan durante una semana y que te obsesionan a todas horas. Cuando te juegas algo, al menos . Te los vas a encontrar en el hotel continuamente. Además a un cerrado se acude con los deberes hechos. El portátil ha estado echando humo las semanas anteriores buscando hasta las partidas del torneo escolar que jugó cada uno de los rivales de tu cerrado.
Pero si además has estado organizando el torneo, tu vida ha sido un triple bypass coronario las semanas y meses anteriores; el local, el presupuesto, los patrocinadores, la feda, la fide, la madre que parió a panete. ... Y los participantes, claro. Que les digan si no a minde, nava e iñaki, que sufren esguince de lengua por llevar meses intentando mentar impronunciables nombres bielorrusos, polacos o azerbayanos. Pero al fin, los tenemos a todos. Unos monstruos. Que en vez de caspa, les cae elo por el pelo de lo rebosaditos que andan.
A los participantes se les reconoce rápidamente; los emeis andan sueltos, con confianza, con cara de poder hacer jugadas como Cg8 sin inmutarse. Los emeefes andan tensos, como si la norma de emei se consiguiera mordiéndola cuando aparece. Los de los cerrados fide miran a los emeis como evaluando su elo por las facciones de la cara. Y los chavales, pues, eso, corren, se mueven, miran a todas partes como adolescentes detrás de bisbal.
La sala del Don Carlos impresionante. Solo falta Ambrosio repartiendo Ferrero Roché. Igual se lo pedimos al hotel.
17,00 horas. Zafarrancho de combate. Fotos. Cienes y cienes de fotos. Garbisu padre fotografía hasta a las moscas. Discurso inaugural. Minde sobrio y rápido. Sin florituras. Detalla los datos y normas del torneo. Todos asienten. Incluso los emeis que no hablan castellano.
Alguna duda? Silencio glacial. Pues venga, al lío. Empieza el torneo. Suenan los relojes y la madera empieza a correr por los tableros. Rostros enjutos, ojos apretados, mandíbulas de boxeador. Como me cambie de línea después del preparadito que le he hecho, lo mato - parece estar pensando alguno.
Bueno, pues ya estamos; siete días condenados a marear las malditas piezas de madera por los tableros del don Carlos. A ver si hay suerte y hacemos algo útil con ellas.
En un Open, hay un universo de rostros a los que te enfrentas y cada día te toca uno anónimo que normalmente sólo conoces cuando te sientas enfrente. En un cerrado hay unas cuantas caras que te acompañan durante una semana y que te obsesionan a todas horas. Cuando te juegas algo, al menos . Te los vas a encontrar en el hotel continuamente. Además a un cerrado se acude con los deberes hechos. El portátil ha estado echando humo las semanas anteriores buscando hasta las partidas del torneo escolar que jugó cada uno de los rivales de tu cerrado.
Pero si además has estado organizando el torneo, tu vida ha sido un triple bypass coronario las semanas y meses anteriores; el local, el presupuesto, los patrocinadores, la feda, la fide, la madre que parió a panete. ... Y los participantes, claro. Que les digan si no a minde, nava e iñaki, que sufren esguince de lengua por llevar meses intentando mentar impronunciables nombres bielorrusos, polacos o azerbayanos. Pero al fin, los tenemos a todos. Unos monstruos. Que en vez de caspa, les cae elo por el pelo de lo rebosaditos que andan.
A los participantes se les reconoce rápidamente; los emeis andan sueltos, con confianza, con cara de poder hacer jugadas como Cg8 sin inmutarse. Los emeefes andan tensos, como si la norma de emei se consiguiera mordiéndola cuando aparece. Los de los cerrados fide miran a los emeis como evaluando su elo por las facciones de la cara. Y los chavales, pues, eso, corren, se mueven, miran a todas partes como adolescentes detrás de bisbal.
La sala del Don Carlos impresionante. Solo falta Ambrosio repartiendo Ferrero Roché. Igual se lo pedimos al hotel.
17,00 horas. Zafarrancho de combate. Fotos. Cienes y cienes de fotos. Garbisu padre fotografía hasta a las moscas. Discurso inaugural. Minde sobrio y rápido. Sin florituras. Detalla los datos y normas del torneo. Todos asienten. Incluso los emeis que no hablan castellano.
Alguna duda? Silencio glacial. Pues venga, al lío. Empieza el torneo. Suenan los relojes y la madera empieza a correr por los tableros. Rostros enjutos, ojos apretados, mandíbulas de boxeador. Como me cambie de línea después del preparadito que le he hecho, lo mato - parece estar pensando alguno.
Bueno, pues ya estamos; siete días condenados a marear las malditas piezas de madera por los tableros del don Carlos. A ver si hay suerte y hacemos algo útil con ellas.
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