Esta papelera, ¿dónde queda mejor: a la derecha o a la izquierda?-me pregunta Mombi expectante. Yo le miro con la cara abesugada mientras mis neuronas claman por una sinapsis que no termina de llegar.
-Eh? es todo lo que alcanzo a decir.
- Es igual, aquí mismo-se resigna el rochapeano sujeto.
Tras dos horas, la sala está maqueada. Todas las piezas brillantes y alineadas. Los patrocinadores bien visibles; se van a forrar gracias a nuestro patrocinio. Las sillas milimétricas, los relojes a 2,5 cm. de los tableros. Dios, qué bien que se ve desde fuera. Lástima que se vaya a llenar de ajedrecistas de aquí a unas horas.
Largas horas de teléfono, mails, reuniones interminables, cálculos para el elo a los que ni la física cuántica llega.
Suena el móvil. Es un maestro del cerrado. Su ladilla favorita le ha mordido con más fuerza de la habitual y el picor es insufrible. No puede venir al torneo. Faltan dos días para comenzar. Minde se sube por las paredes, Iñaki busca maestros debajo de los puentes y en los psiquiátricos de la zona, Nava envía sms masivos al listín de teléfonos ucraniano. Se hace la luz en el club y aparece a última hora un maestro milagrosamente disponible. Minde aliviado, decide no apurar su último Valium. Parece que vamos a parir una nueva edición del Puente Foral.
-Y todo esto para qué lo hacéis?-me pregunta un amigo, embuido de un sentido práctico apabullante.
Yo le miro como el padre del anuncio cuando su hijo le preguntaba: papá, ¿porqué somos del aleti?
Ensayo varias respuestas en mi cabeza pero ya ha quedado claro que la sinapsis neuronal no es lo mío. Encojo los hombros y le digo: -lo hacemos y ya está.
En fin, esto es el ajedrez, una amante exigente que pide mucho y apenas te permite rozarle de pasada sus senos. Quizá la simple satisfacción de hacerlo bien sea suficiente.
A estas horas, los participantes de los cerrados ya sacan humo al Fritz y al Ribka, apurando hasta el fondo líneas que nunca llegarán a jugar.
Venga, unas horas y empezamos. Un torneo interesante, curioso, distinto a otros que se hacen. Con un ambiente peculiar. Merece la pena. Pese a que nos quejemos, merece la pena. Allí nos vemos.
lunes, 30 de noviembre de 2009
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