jueves, 6 de diciembre de 2007

La contracrónica; 5-12-07

Según la última encuesta de Sigma para el Club Ajedrez Orvina, el segundo peor plan para pasar un puente es pasárselo jugando al ajedrez en partiditas de cinco horas. El peor, según la encuesta, era pasárselo machacándotela con dos piedras y le ganamos por poco. Dios, maldita droga que se nos ha metido en el cuerpo. Y te lo digo yo, que, para más inri, siempre soy el último torpe en acabar. Anda que podríamos dedicarnos a los 100 metros lisos. 10 segundos (o 12 o 14) y pa casa. Y encima podríamos fardar en los bares. Y no sentirte como un perro verde cuando la tipa con la que acabas de entablar conversación te dice "¿juegas al ajedrez? je, je,qué majo, ya te llamaré, ya". Pero no lo podemos evitar. Es lo que nos toca. Algo malo habremos hecho en otra vida. O será que nos gusta.

Pasado ya el ecuador del torneo, las horas clavadas en el tablero hacen estragos en los caretos de los participantes. Sobre todo, en los de los cerrados de emeis con sus simpáticas dobles rondas. Ojeras como bolsas de supermercado. Miradas bovinas en el bar mientras terminan de repasar mentalmente la última línea. Calculadoras que echan humo en los emeefes con opciones. Le gano a este, tablas con el otro y me llevo una, multiplico por cinco... Es lo bueno y lo malo que tienen los emeefes en estos torneos; un objetivo claro; Por norma. Porque yo lo valgo.

De los emeis me llaman la atención Reinaldo y Dobrev. Parecen auténticos emeis. Van siempre tranquilos, sin prisas. O eso parece. Son los típicos que te cruzas en una calle sin conocerlos y dices "coño, un emei".

Este año, los participantes han venido con el cuchillo entre los dientes. En relación al año pasado sin ir más lejos, el índice de tablas es muchísimo más bajo. No sólo en los cerrados de emeis. En todos los torneos. O las sustancias que echamos en el agua están dando sus frutos o este año hay más ganas de mambo. Creo que está quedando un torneo en general bastante majo. Estaría bien rematarlo con la norma de Huerga.

Aunque, puestos a rematar, el chuletón del Olave de la cena del último día seguro que ahogará el recuerdo de los elos que volaron, los mates que no vimos, los que sí vieron nuestros rivales y las horas que no estuvimos en esas horribles playas de Salou. He dicho.

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